lunes, 19 de abril de 2010

La paradoja Easterlin



Forjada por la mente del economista Richard Easterlin, simplemente viene a desmentir la vieja creencia de que cuantos más ingresos tengamos más felices seremos.

Según Easterlin, si preguntamos en un país ¿Es usted feliz?“, la parte de la población con mayores ingresos tiene un mayor porcentaje de respuestas positivas. Sin embargo, a nivel mundial el nivel de felicidad no varía en su población. Para ello pone un ejemplo sencillo: en Japón el nivel adquisitivo de una persona de clase media se ha multiplicado por cinco en estos 65 años… pero el nivel de felicidad de su población sigue intacto desde entonces.

Es decir, llegados a nivel de riqueza de un país en el que todos sus servicios básicos se ven cubiertos, más ingresos en su población no implican mayor felicidad en esta.

Otro ejemplo: una persona tiene una moto desde hace 20 años que renquea cada vez que la enciende. Recibe un aumento de sueldo por parte de su empresa y decide comprarse la moto con que había soñado desde hace un tiempo. La felicidad de tener esa ansiada moto es efímera, en cuanto se acostumbre a su uso dejara de tener esa sensación de éxtasis por tener una moto nueva. Se habrá acostumbrado a ella, dejará de hacerte feliz.

Easterlin afirma que cuando tenemos una serie de factores externos al dinero satisfechos como son los amigos, la salud o el trabajo, a partir de un nivel de renta de 15,000$ (aunque parece anticuada esta cifra) el aumento de sueldo o el ganar mucho más dinero no afecta directamente en nuestra felicidad, no seremos más felices por ganar más.

Cabe señalar también un factor psicológico de muchas personas que siempre tienden a compararse a las personas de su mismo estatus social o económico. Es decir, si subo de nivel económico porque me hago rico en bolsa o simplemente me toca la lotería, dejaré de compararme con el vecino del quinto y me querré comparar con el ejecutivo que luce un precioso Mercedes. Ya no aspiraré a comprarme un Audi, sino que querré ir a por el Porsche. Es lo que los expertos llaman la “comparación social“ y difiere de la paradoja de Eaterlin, puesto que esas personas ya no se fijan en si tienen esos factores externos al dinero satisfechos (o no los tienen), sino que viven pendientes de verse reflejadas en sus “semejantes económicos”, llegando incluso a la insatisfacción personal. Se trata de ciertos adinerados que tienden a ver satisfechas sus ansias de felicidad en términos materiales, dejando a un lado aspectos como la amistad o la salud. El resto de los mortales veremos más satisfecha nuestra felicidad en aspectos más intangibles que los crematísticos.

¿Crees que serías más feliz al año de que te hubiera tocado un gran premio en la lotería?

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